Segunda oportunidad.Nació de un copito de nieve allá en la cumbre de la alta montaña y comenzó a deslizarse ladera abajo. Allí se encontró con otras compañeras y formaron un reguerito por el que fueron bajando juntas para seguir explorando aquel maravilloso lugar. La velocidad era algo peligrosa pero, nuestra joven amiga se sentía fuerte y vigorosa, y tenía muchas ganas de aventuras.
Estaba a gusto consigo misma porque se veía fresca, limpia, pura y sobre todo, dulce, muy dulce. Por el camino, se le unieron otros regueros de gotas como ella y antes de llegar a la falda de la montaña ya formaban un riachuelo. Este a su vez, se iba abriendo hacia extensiones más anchas donde las vistas eran formidables.
Poco después, conoció la existencia de los peces en lo que ya era un rio. Le pareció graciosísimo como aleteaban y movían su cola para abrirse paso entre los miles de gotas que se desplazaban juntas. Descubrió pájaros de todos los colores así como innumerables animales que se acercaban al cauce a saciar su sed.
La gota de agua pasaba sus días muy feliz hasta que un día ocurrió algo inesperado e incomprensible para ella. Se vio rodeada de pronto de otras gotas de agua pero, que en seguida comprendió que no eran igual que ella. Éstas eran más calientes, más sucias y además, no eran dulces, tenían un extraño sabor salado. El lugar era inmenso, el ruido infernal y el caos absoluto.
La gotita trataba de luchar pero, una y otra vez, una fuerza tremenda la arrastraba y la golpeaba contra la playa o contra los arrecifes. Un día una fuerte tormenta la subió a la cresta de una ola y se la llevó mar adentro. Pero la valiente gota no desesperó y siguió abriéndose camino hasta que –unos meses más tarde- fue a parar a un lugar extraño y solitario. Quedó atrapada en un gran solar en el que cientos de cuadrantes reposaban en silencio. No había movimiento alguno y, lo peor de todo era que en el fondo se amontonaban cantidades de aquella repugnante sal. Desesperada ahora si- se le ocurrió pedir ayuda y algo ocurrió.
Sin saber cómo, se vio elevándose hacia el cielo, transformada en vapor de agua. Se fue juntando con otras gotas hasta que formaron una nube y ayudadas por el aire, se fueron alejando de aquel lugar. Poco a poco las gotas fueron haciéndose más voluminosas y volvieron a caer a tierra en forma de lluvia. Así nuestra protagonista pudo salvarse y volver a emprender nuevas aventuras.
Estaba a gusto consigo misma porque se veía fresca, limpia, pura y sobre todo, dulce, muy dulce. Por el camino, se le unieron otros regueros de gotas como ella y antes de llegar a la falda de la montaña ya formaban un riachuelo. Este a su vez, se iba abriendo hacia extensiones más anchas donde las vistas eran formidables.
Poco después, conoció la existencia de los peces en lo que ya era un rio. Le pareció graciosísimo como aleteaban y movían su cola para abrirse paso entre los miles de gotas que se desplazaban juntas. Descubrió pájaros de todos los colores así como innumerables animales que se acercaban al cauce a saciar su sed.
La gota de agua pasaba sus días muy feliz hasta que un día ocurrió algo inesperado e incomprensible para ella. Se vio rodeada de pronto de otras gotas de agua pero, que en seguida comprendió que no eran igual que ella. Éstas eran más calientes, más sucias y además, no eran dulces, tenían un extraño sabor salado. El lugar era inmenso, el ruido infernal y el caos absoluto.
La gotita trataba de luchar pero, una y otra vez, una fuerza tremenda la arrastraba y la golpeaba contra la playa o contra los arrecifes. Un día una fuerte tormenta la subió a la cresta de una ola y se la llevó mar adentro. Pero la valiente gota no desesperó y siguió abriéndose camino hasta que –unos meses más tarde- fue a parar a un lugar extraño y solitario. Quedó atrapada en un gran solar en el que cientos de cuadrantes reposaban en silencio. No había movimiento alguno y, lo peor de todo era que en el fondo se amontonaban cantidades de aquella repugnante sal. Desesperada ahora si- se le ocurrió pedir ayuda y algo ocurrió.
Sin saber cómo, se vio elevándose hacia el cielo, transformada en vapor de agua. Se fue juntando con otras gotas hasta que formaron una nube y ayudadas por el aire, se fueron alejando de aquel lugar. Poco a poco las gotas fueron haciéndose más voluminosas y volvieron a caer a tierra en forma de lluvia. Así nuestra protagonista pudo salvarse y volver a emprender nuevas aventuras.